Eran días largos, con noches más largas, con lunas
duplicadas y copas rebalsadas. La calle tenía esos banderines que tanto nos
gustan. No hablábamos, gritábamos entre brindis y besos.
La ropa se volvía por momentos blanca como la espuma, mojada como el agua y colorida como
el cielo. No existían las veredas ni las sendas peatonales. Los semáforos eran
un continuo amarillo. Las bicicletas bailaban junto con nuestras palmas y las
risas eran abanicos.
La música no dejaba de sonar y las rondas eran continuas.
De repente bailaba a tu lado, decía la canción.
Todo era fiesta, sin horarios, ni relojes, sin principio
ni final.
Todo era un carrousel.
¡Colores!
Es carnaval.
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